EN BUSCA DEL CALAMAR DEL ABISMO
Alberto O’Leary no existe, pero su obsesión con el calamar colosal arde como el fuego dentro del teutólogo (experto en calamares) neozelandés Dr. Steve O’Shea, quien vive para estudiar a todos los calamares sin importar su tamaño —por supuesto, también al Mesonychoteuthis hamiltoni— y algún día hacer que sus larvas crezcan dentro de un acuario. Sin embargo, fue una larga conversación el Dr. Clyde Roper, de Smithsonian Institution, en Washington, la que me abrió las puertas a esta criatura magnífica. El carismático Clyde es quizás el mayor experto del mundo en el calamar gigante (¡no lo llames “monstruo” en su presencia!). Fue él quien descubrió que sus tejidos están llenos de amoníaco, al preparar un sushi para unos amigos, ¡que nadie pudo comer! Y a sus setenta y pico de años todavía recuerda cómo manejar un sumergible de investigaciones.
El verdadero experto en sumergibles, no obstante, es Don Liberatore, jefe de pilotos del Instituto Oceanográfico de Harbor Branch (HBOI) en la Florida, Estados Unidos. Don, al igual que Jim Semekis, es capaz de armar y desarmar el Johnson SeaLink (JSL) con los ojos vendados. El JSL es el mismísimo Celacanto. Y fue Don quien ayudó a hallar los trozos del transbordador espacial Challenger, cuando éste estalló durante su despegue de Cabo Cañaveral en 1986. Antes de una memorable inmersión a casi 1.000 metros de profundidad a su lado, Don (que nunca ha tenido accidentes graves en el fondo del mar) me dio los planos del JSL y el manual de instrucciones para el piloto, y me enseñó a llevar el aparato de vuelta a la superficie en caso de emergencia.
En el compartimiento trasero del JSL viajó en esa ocasión la Dra. Edith Edie Widder, una acuanautade tiempo completo. Igual que Emma, Edie es una famosa experta en la bioluminiscencia de los animales del abismo. Fue ella quien inventó el Ojo del Mar y es una de las pocas mujeres piloto de sumergibles del mundo (en compañía de Sylvia Earle, la primera oceanógrafa y exploradora de las profundidades, y de Cindy Lee van Dover, quien fue piloto del archifamoso Alvin).
Otro pionero es el Dr. Andy Bowen, el ingeniero que encabezó el proyecto que culminó con la creación de Nereus, un revolucionario sumergible robot híbrido (capaz de navegar por sí solo o atado a un delgadísimo cable de fibra óptica). En mayo del 2009, Nereus llegó al punto más profundo de los mares, la fosa Challenger, abriendo la exploración rutinaria del abismo a la comunidad oceanográfica. Andy y su equipo, en el venerable Woods Hole Oceanographic Institution, pasaron todo un día conmigo mostrándome su invento con orgullo de padres. ¡Gracias, y que viva Nereus!
Finalmente, en cuanto a todo lo relacionado con la física del buceo, las presiones abisales y los hábitats submarinos, mi guía siempre ha sido mi amigo y “buzo de cabecera” Jorge Rodríguez, en Colombia. Su calma envidiable bajo cualquier circunstancia submarina hace de Jorge el mejor instructor de buceo del mundo. Y sus detalladas explicaciones sobre los efectos de la presión quedaron ampliamente reflejadas en esta aventura.
¡Gracias a todos!
A.P.S.