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TERROR EN EL COSMOS

No, hasta ahora no he ido al espacio. Pero, en cambio, he logrado hacer casi todo lo demás: los entrenamientos en la cámara de altura y en la centrífuga de Houston, varios vuelos en el Vomit Comet, estar presente en docenas de despegues y aterrizajes del shuttle, visitas a los hangares donde reposan los nuevos módulos de la iss, y hasta un par de misiones de olor con George Aldrich, la Nariz de la nasa. Porque George realmente existe. Y su tarjeta de presentación de verdad tiene un zorrillo abrazado al transbordador.

 

En veinte años de cubrir las actividades de la nasa he hecho allí muchos otros amigos. Los astronautas Danny Olivas, Michael López-Alegría, Carlos Noriega (de Perú), Fernando Caldeiro (de Argentina), Marcos César Pontes (de Brasil), Franklin Chang-Díaz (de Costa Rica), Ellen Ochoa y Eileen Collins, la primera comandante de un transbordador, fueron fuente interminable de inspiración y conversaciones.

 

También lo ha sido el encantador Pedro Duque, de la Agencia Espacial Europea (esa), quien se describe a sí mismo como el “segundo primer astronauta de España”, ya que su colega Michael López-Alegría también nació en España, pero en lugar de trabajar para la esa, lo hace para la nasa. Los diarios de a bordo de Pedro, durante su estadía en la iss, fueron muy útiles, y su pluma se nota en las hermosas descripciones del anochecer y de la aurora austral vistos desde el espacio. 

Michael López-Alegría, quien al cierre de este libro estrenaba sus seis meses como comandante de la iss, es realmente un gastrónomo y buen cocinero, y un día le permitieron cocinar y llevar al espacio su propia paella valenciana. “Sólo hizo falta acompañarla con un buen vino tinto”, me dijo a su regreso.

 

John Yaniec y Dominic del Rosso siguen siendo los maravillosos directores de los vuelos en gravedad cero en el Vomit Comet. Ese programa lleva estudiantes universitarios a volar sus experimentos de ciencia. Sólo que es mejor referirse a éste como el Programa de Vuelos en Gravedad Reducida para Estudiantes. Muchos futuros astronautas e ingenieros espaciales pasaron por este avión cuando estaban en la universidad.

Otro agradecimiento va para los encargados de guiar a los periodistas, John Ira Petty, en el Centro Espacial Johnson en Houston, y Manny Virata y Bill Johnson, en el Centro Espacial Kennedy, quienes me abrieron las puertas desde hace años cuando yo no entendía aún la increíble logística que implica enviar a alguien al espacio.

Finalmente, va un abrazo apretado para mis cuatro compañeros escritores y periodistas fanáticos de la astronáutica, con quienes me encuentro cada vez que hay una misión espacial. Entre los cuatro —Sandra Frederick, Robert Gas, Mark Kirkman y Keith Rudroff— saben tanto del asunto de ir al espacio como los propios astronautas, y su pasión por el tema es deliciosamente contagiosa.

 

 

A.P.S.

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